lunes, 14 de julio de 2008

Capitulo 4

Autor: José Rafael Hernández (Venezuela) (1956)
Seudónimo: joseph1956
Publicado: 11/07/2008

Sonríe al ver que se marcha. Imaginó, conociéndola, que iría a ese Spa a revertir los comentarios que antes le hizo. En ocasiones hay que ser duros con ellas. La rutina las transforma de fieras feroces a animales domesticados y entre los quehaceres de la casa y un trabajo sedentario se olvidan de lo que las hace únicas, su feminidad exacerbada por la coquetería que termina seduciéndonos y nos convierte en sus admiradores.
De reojo pudo apreciar que los cambios han sido más radicales que los imaginados al soltarle la crítica sugerencia de renovación. El escote ha hecho aparición mostrando los encantos que le ganaron una cachetada el día que la conoció en la playa.
Los pantalones vaqueros han dado paso a otros mas reveladores de las formas de sus piernas y los zapatos de tacón le dan aire de estrella de cine, porque si de algo no tiene dudas es del atractivo encantador que ella posee, del cual sus ojos hacen festín cuando desnuda la contempla en la cama.
Supone que dará unas vueltas mirando vidrieras mientras él es atendido y mientras las manos expertas van moldeando su apariencia, su mente hace elucubraciones, en cierta forma perversas, de lo que será esa noche cuando vayan a la cama.
De seguro ha comprado un perfume de fragancia exótica que esclavizará su olfato y por osmosis penetrará en la piel, suave y enervante, cubierta de una crema con aroma vegetal. Sus labios pintados con un liptick a prueba de todo, en la penumbra, humedecidos por la lengua, lo retaran a una lucha suicida por el espacio de la boca.
Esta vez, con cara de triunfo ante la sorpresa de su atuendo, se desnudará como siguiendo un ritual aprendido de las mas exquisitas stripper y sus encantos íntimos, estarán cubiertos por finas, atrevidas y diminutas prendas de seda, que hipnotizaran sus pupilas y revelaran su condición innata de voyeur. Está convencido que el color de estas será rojo.
Para rematar la faena, como un torero merecedor de todos los trofeos le dirá.
-¿Qué dices ahora de Inesita?
Una palmada, señal de costumbre utilizada en el lugar para indicar que está todo terminado, lo saca de sus cavilaciones, sin duda no tan secretas ante la sonrisa cómplice de quien acaba de brindarle el trabajo acostumbrado.
-¡Que tenga excelente día!

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